Lo que el encierro nos dejó...
Las pandemias son un fenómeno que existe desde tiempos inmemoriales. Mucha gente no lo sabe, pero desde hace décadas vivimos bajo pandemias como la tuberculosis y el sida. Entre las más mortales estuvieron la peste negra, que posiblemente se llevó unas 200 millones de almas; la extinta viruela con 55 millones de víctimas; la gripe española y la plaga de Justiniano con otras 50 millones cada una; y el sida que, a la fecha, ha desaparecido más de 51 millones de infectados y contando.
Quienes vivimos ahora, pero nacidos antes del 2019, podemos contar que vivimos una experiencia mundial única, y que, matizada con la globalización de la información, nos hizo sufrir angustiantes años de encierro, temor y paranoia colectiva. La pandemia del COVID-19 o Coronavirus, partió nuestras vidas en dos.
Y no solo partió nuestras vidas en un antes y un después: están quienes se contagiaron y quienes no, quienes confirmaron el contagio y quienes nunca supimos si la tuvimos, quienes tuvieron todos los síntomas y quienes nunca sentimos ni un resfriado durante el encierro forzado, quienes estuvieron tan graves que se fueron y quienes se salvaron y hoy nos cuentan la historia. En menor medida, nos cambió tanto la vida, que la sociedad cambió con ella, y unos nos adaptamos, otros no.
No alcanzó en mortalidad, hasta ahora, a ninguna de las peores pandemias, pero a pesar de lo impactante de las consecuencias del Coronavirus en nuestras vidas, hubo quienes no aprendieron nada. Entre ellos, algunas empresas. El modelo de trabajo contabilizando la hora/silla sigue siendo la métrica de algunos empleadores, que piensan que solo siendo presencial se rinde en las labores. Los empleados no operativos que se vieron forzados a volver obedecieron a regañadientes, perdieron tiempo en el transporte, se sentaron en su silla, encendieron sus computadores y se conectaron a una videollamada para una reunión, donde varios de los asistentes atendían desde sus camas. ¿Para qué la presencialidad haciendo lo mismo que hacen desde la casa?
Afortunadamente, las empresas donde trabajo yo y mi esposa Karen son de las que adoptaron bien el modelo. Trabajamos desde casa y soy feliz, laboralmente hablando, desde que me llegó la orden de teletrabajo a finales de enero de 2020. Karen adoptó el home-office un poco después, tras cambiar de empleador. Aunque algunos no lograron adaptarse a ver a sus parejas todos los días, con Karen eso funcionó de maravilla. Desde hace mucho tiempo atrás, veniamos con mi Karen pensando en aprovechar esa ventaja y trabajar en otra ciudad, en otro lugar, que nos permita conocer de noche y los fines de semana y trabajar en la mañana y tarde.
Pensando que Puerto Montt sería nuestro primer experimento, decidimos revisar nuestros alojamientos en Airbnb, exigiendo que fueran económicos y que todos tuvieran WiFi, como es lógico, pero no tuvimos en cuenta muchas otras cosas. Para que no les pase lo mismo, tres consejos para el teletrabajador viajero:
Si el plan no es un retiro total, una casa de descanso o un aislamiento de la sociedad, tome su hotel o su hospedaje en un sitio muy central.
Ya lo sé. Eso indica que el alojamiento no será económico. Normalmente, los alojamientos más baratos son los más alejados de la zona céntrica o de la más turística, lo que indica que no va a poder aprovechar el poco tiempo nocturno. En mi caso, en la primera semana en Puerto Montt tomé un departamento por Airbnb que, aunque muy bonito y cómodo por dentro, estaba al lado de una desierta autopista y con un outlet a 30 minutos caminando que empezaba a cerrar sus pocos negocios hacia las 8 p.m. A los dos días de teletrabajo, el outlet ya no ofrecía nada nuevo. Para la segunda semana, tomé un alojamiento en una zona ya muy residencial, pero alejada, lo cual dificultó también aprovechar el poco tiempo.
Debo aclarar también que esto no es regla ni tampoco implicó que sufriera días miserables. No. Todo va a depender de qué se quiere. Yo iba con mis padres y, por obvias razones, ellos pasaron momentos de aburrimiento en horas laborales –salvo que mi padre algunas veces tuvo que trabajar— pero por las noches aprovechabamos para simplemente conversar un buen rato.
El segundo consejo:
Si le queda posible, pida, aunque sea, uno o dos días de vacaciones. Si no es posible, use los días feriados para el teletrabajo de turismo.
Tampoco es regla, pero les cuento lo que pasó: algunos toures no estaban disponibles en sábado o domingo. Salían entre semana. Yo había pedido en mi trabajo el jueves y viernes de la primera semana y, para no dejar a mis padres encerrados, tuvimos que hacer un tour el día jueves sin Karen, y obvio, nos hizo mucha falta. No fue lo mismo sin ella.
El último consejo:
Vea con la debida antelación si hay sitios de co-work, o cafeterías/restaurantes con WiFi, tipo Starbucks, donde pueda ir a trabajar en una plaza.
Sobre todo si va a pequeñas ciudades o pueblos/municipios, cuyos atractivos suelen ser una plaza central o una plaza de armas, lo normal es que sus principales negocios estén alrededor de estas. Ir un buen día a trabajar por allí, disfrutar de un buen desayuno o un café mientras se trabaja es una muy buena idea, pero no todos los sitios son aptos para esto y se puede llevar un mal rato tratando de tener buena cobertura celular para entrar a esta video-reunión donde usted era indispensable.
Para concluir, diferente a lo que pensaba sobre teletrabajar y conocer, hay que pensárselo bien y hacerlo bien. Desde mi punto de vista no es solamente buscar un alojamiento con Internet, es planear como puede trabajar sin desperdiciar tiempo para conocer. Recuerde que no es económico pagar una semana de Airbnb solo para hacer lo mismo que hace en la casa.
En las próximas entradas, sigo con mi relato teletrabajando desde Puerto Montt.
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